Mi hijo tiene por costumbre caminar todos los días al anochecer, va platicando mientras camina.
-Madre voy por Avenida Uno cruzando con Calle Tres, veo la casa de ladrillos rojos que fue su escuela..
y mi hijo sigue caminando y platicando.
- Madre, ya llegué al parque del Pombo. Y en los senderos de la memoria veo como juego por las veredas.
También veo enfrente la iglesia. Al salir de misa mi madre nos compraba unas ricas paletas llamadas veladoras de fresa o vainilla de hechura artesanal.
-Madre, ya voy por la Avenida Tres cruzando con Calle Once, le mando una foto para que vea la casa donde usted vivía.
La reja está abierta, entro y veo la sala donde mi madre me enseñó las primeras notas en el piano. Al fondo hay un patio y veo una niña brincando la reata y riendo mientras la abuela le pregunta ¿Ya te aprendiste las letras que te dije? Si, abuelita el sordo dice eeee, la vaca mmmm.
Otro recuerdo. Me encontraba enferma y mi madre fue a despedirse de mí. Traía su vestido verde como sus ojos. Inclinándose me dio un beso. El último de su vida.
-Madre, voy a seguir caminando.
Los recuerdos se quedaron encerrados; únicamente quedaron las voces de unos niños gritando, uno dos tres por mí
-Madre, voy llegando al parque de Miraflores. Hasta mañana
Ilustración: fotografía de Johnatan Wilson Rosas Peña en Unsplash.
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