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Cartas, cartas - Marichoni

Writer: MarichoniMarichoni

Conocí a alguien que

escribía cartas, pero

ponía lo importante

en la posdata.

 



    ¿Quién escribe una carta ahora? ¿Para qué si se puede mandar un mensaje que se entrega de inmediato? Otra vez lo instantáneo en este tiempo de tecnología…


    Sin embargo, ¡qué ilusión recibir una carta! Una carta que no sea la bancaria en que me exprese lo que no he pagado a tiempo y me cobra intereses. No. Una carta en la que alguien me diga: pensé en ti y me preguntaba cómo estarías, por ello decidí escribirte una carta. ¡Qué emoción!


     Durante años se escribían cartas. Mi abuelo cruzó el océano y… ¿le habrá escrito a su madre que quedó sin su presencia hasta su muerte? A mi mamá que, por casarse con mi papá, salió de su lugar y se vino a la ciudad de México, recuerdo verla, a veces en la mesa, otras veces en su máquina de escribir, contándole a su madre y hermanas acerca de su nueva vida, era la costumbre de un tiempo que se ha ido y no creo que tenga regreso.


Pero…

¿Cuántas cartas se habrán escrito? ¿Cuántas se habrán mandado al destinatario? ¿Cuántas se habrán guardado en el cajón de los olvidos? ¿Cuántas se habrán destruido por inútiles? Y ¿Cuántas han permanecido para siempre?


    Si por creencia o por deseo, nuestra esperanza se pone en una vida eterna, yo no quiero dejar mi oportunidad de hacerles saber a quiénes son importantes para mí, para mi vida, para mi crecimiento, para mi posibilidad de mejorar; que no se ausenten, que no se alejen, que los necesito para que me reten, para regañarme, para criticarme o para felicitarme, para ofrecerme indicadores, para ayudarme a responsabilizarme de mi postura frente a los hechos, y lo quiero hacer mediante una pequeña misiva que, tal vez no mande por correo, al estilo de cartas antiguas, pero para decírselos, elijo escribirlo.


    Que este recurso sirva para dejar en un papel cómo quiero sentir a quien tiene un rol en mi vida, a quien ha tocado mi alma y se ha hecho presente: a mis hijos, a mis hermanos, a   mis amigos, a mis jefes, a mis alumnos, a quien comulga con mi fe, a quien me ve diferente, a quien cree en mí, a quien no me conoce pero me ve, a quien se siente obligado conmigo, a quien nada le une pero me ha encontrado, a quien reflexiona conmigo y me ayuda a constatar la honestidad, a quien me sirve de espejo, a quien me da el derecho de decir no, a quien me permite ser valiente y me muestra la valentía.


    Ellos, ustedes, son a quienes quiero dejarles este recurso, aunque lo guarden en el cajón de los recuerdos o en el de los olvidos, porque su cercanía me ayuda a vivir con una mentalidad enraizada en la dignidad, porque son quienes, con su testimonio, me ayudan a reconocer lo que es esencial.


    Por todo lo que he dicho y por lo que he dejado de decir, a todos les pido el privilegio de estar con ustedes, y para ello les dejo palabras que no se las lleve el viento, sino que queden escritas para que así puedan parecerse un poco a lo eterno.



Ilustración: Fotografía de Joana Kosenski en Unsplash

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