Cualquier empiezo generalmente resulta esperanzador. El iniciar una nueva etapa, un nuevo proyecto, un nuevo trabajo, una nueva relación, siempre vienen recubiertos de ilusiones, de entusiasmo, de confianza, de credibilidad. Es la etapa del enamoramiento en la que pongo en juego la mejor versión de mí misma.
Pero la experiencia nos dice que ese tiempo tiene una cierta duración y después las cosas cambian, empieza a declinar el entusiasmo, es lo natural, lo esperado, no se puede estar siempre en éxtasis, allí se acabaría la vida.
Por eso, en determinado momento hay que recurrir a la conciencia del tiempo que nos devuelve la madurez de las cosas y de uno mismo para darle seguimiento a un proyecto, a la cotidianidad de un trabajo o al despertar de una relación en la que cada uno, ahora sí, muestra su verdadero yo.
Claro que esto requiere de un esfuerzo que solamente lo puede hacer quien ha crecido lo suficiente como para soltar los sueños y deseos y afrontar la realidad.
Me parece que ese es el momento de reconocer que Ahí debió empezar todo, porque es ahí que surge la verdadera posibilidad de vivir lo real, lo que corresponde a lo que ofrece el horizonte por la claridad de la mirada, lo que de verdad hace posible un proyecto o la meta a la que se puede acceder porque se presenta alcanzable y se puede llegar a ella porque es lo oportuno.
Si ese fuera el principio, el momento de empezar, tal vez ya no se correría tan a ciegas el riesgo de la frustración, el desengaño o la decepción porque se habría soltado la creencia que ofrece la fantasía y ya no se creería que solo hay que soñar, porque puede haber un brusco despertar que, generalmente viene acompañado de dolor por aquello de que los sueños, a veces, dejan entrever lo que pudo haber sido y no fue.
Es ese momento de madurez que dicta: esto es lo que puede ser, acéptalo y ama el resultado. Es el logro que se obtiene sin la sorpresa de una mayor decepción.
Pero no se puede evitar este proceso de pasar del ferviente enamoramiento a la realidad vivida y aceptada que requiere de renovar el entusiasmo con vigor. Si se logra dar el paso, se puede obtener la tranquilidad de reconocer lo que sí es posible lograr, obteniendo una vivencia que proporciona un sentimiento de paz interior.
Si, creo que Ahí precisamente debió empezar todo.
Ilustración: Fotografía de Shai Pals en Unsplash
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