Reconocer al otro identificando su rostro, no en el anonimato sino en la constatación de su existir, me permite mirarme en él y alimentarme con su multifacetismo, con su conocimiento y su desconocimiento posible para hablarme del conocimiento y desconocimiento de mí misma
En un espejo sólo miro yo, en el otro miro muchos otros, me hace percibir la variedad, inclusive sus opuestos, y allí surge la pregunta ¿también ven en mí esa variedad de mis yos y mis opuestos? Estoy segura de que sí.
Ese otro, en su diferencia, me invita o me obliga a decir: “Yo me muevo y voy y vengo porque veo más allá de mí”.
Vuelvo a la imagen del espejo y reduzco a la humanidad, creyendo que sólo yo tengo… yo siento… yo quiero… pero pronto me doy cuenta, solo con voltear que hay muchos, muchos más que yo y, viendo al otro, amplío mi propia imagen, tal vez por eso tengo necesidad del otro para vivir, para hacer, para crear.
Si no viera a todos a los que puedo decirles ustedes, que son el otro concreto, lo que son y lo que pueden, no creería que yo también soy, puedo y creo, porque soy igual a ustedes, aunque seamos todos diferentes.
No soy ni puedo, ni creo sin ustedes.
Ilustración: Fotografía del archivo de la propia autora.
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