Quien se atreve a escribir, se atreve a recordar.
Escribir me ha permitido compartir, entrar en contacto para comunicar desde mí, lo que puedo o lo que descubro, lo que me gusta o lo que he dejado porque ya no lo necesito.
Al escribir, he podido recuperar la memoria y reinventarla, porque cualquier suceso, visto a la distancia, tal vez ya no es tan preciso, pero lo que vale es el recuerdo en el que se ha convertido, y como lo he puesto por escrito ya no se lo lleva el viento, la precisión radica ya no en cómo fue, sino en cómo me impactó y por ello lo convertí en recuerdo.
Escribir posibilita remendar el pasado, contándolo de nuevo ya reparado, es bordarlo con poesía para que quede hermoso y transformar el recuerdo en belleza y así, convertirlo en alimento del alma.
Escribir me ha propiciado saber de mí e ir hacia otros tanto cuanto un texto cualquiera me detona algo y saca de mí parte de lo que el espíritu guarda. Como quizá, lo escrito por mí, despierta en otros nuevos significados a sus experiencias.
Escribir es una forma de eternidad porque ni yo, que lo escribo, ni el hecho que narro, se pierde en el tiempo. La escritura es una forma de permanecer.
Escribir es entretejer recuerdos con el presente, es curar heridas, porque cuando se cuentan, se sana el dolor o, al menos, se aminora.
Escribir es retomar lo que ya sucedió o imaginar lo que podría ocurrir y relatarlo antes de que ocurra, es imaginación y fantasía o realidad y descripción.
Escribir es dejar huella, es mantener una presencia aún en la ausencia, es convertirme en recuerdo y alejarme del olvido.
Escribir es arte y disciplina, es obra espontánea, pero hecha con respeto a ciertas reglas y códigos para que quede plasmada y pueda ser interpretada por quien la tenga en sus manos.
Escribir es conservar el tiempo que se perdió en el ocaso, cuando cayó la tarde y se recupera en un texto, en una nota o en un papel, que se puede volver a contemplar, de manera que se cree en la resurrección porque se puede volver a vivir, al releer.
Escribir es reconocer en mí una facultad absoluta y totalmente humana y, haciéndolo, me acerco cada vez más a la trascendencia de mi especie.
Después de todo he encontrado muchos porqués y para qués para escribir.
Ilustración: Fotografía de Sixteen Miles Out en Unsplash
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