Hablamos para darnos a entender
Emitir palabras, cualquiera que escuche lo puede lograr por repetición de sonidos. Pero ¿eso es hablar? No, va mucho más allá. Es comunicar lo que se ha pensado, lo que se siente, lo que se ha descubierto, lo que nadie diría, lo que se tiene dentro y hay que sacarlo a la luz, darlo a conocer u ofrecer respuestas que resultan únicas.
¿Cuándo aprendí a hacerlo así, con esta intención? Tal vez todavía no lo logro. Desde muy joven expresé lo que captaba porque mi temperamento, tal vez más exaltado que el de quienes me han rodeado, me llevó a hacerlo, de manera un poco impulsiva.
El tiempo, la experiencia y el amor me llevó a descubrir la necesidad de aprender de la moderación, de la oportunidad, y hasta del escucha y su capacidad de comprensión.
Eso lo tuve que reflexionar al reconocer lo que ocurre cuando se habla pues lo tuve que enmarcar en lo que es conveniente.
Soltar palabras a cualquiera y en cualquier momento me hubiera silenciado, y eso no era lo que esperaba, hablar es esperar respuestas.
Con el tiempo he aprendido a recurrir a las palabras más transparentes para tener menos equívocos, sobre todo si se trata de hacer llegar mi voz para trascender. Por ello he aprendido a reconocer que las palabras no siempre se las lleva el viento, que pueden herir y dejar huella, por ello hay que saber si el impacto será el deseado, el de comunicar y propiciar la respuesta o el de cerrar puertas.
He llegado a preguntarme sobre el valor de las palabras que se callan en un determinado momento, sobre la oportunidad de ofrecerlas, considerando al otro, a ese que me escucha, al que me tiene que responder, mejor pienso lo que digo, me pregunto si lo callo o lo expreso, si es el lugar y el momento o me detengo, Sí, hablar no es solo emitir palabras, es comunicar, para esperar respuestas. No es fácil, hay que aprender a hacerlo.
Sin embargo, he descubierto una forma muy personal de expresar lo que vivo y lo que capto con mis sentidos y es escribiéndolo, siempre desde mi perspectiva, con libertad y congruencia, sin esperar respuesta, solo sacando desde dentro lo que sé que va a permanecer porque lo hago testimonio en el texto, así me parece que no puede causarme temor expresarlo ya que lo hago desde mí y para nadie o para todos. El valor de la palabra escrita se hace patente porque nadie más que yo es responsable de lo escrito.
Sí, hablar no solo es emitir sonidos combinados en forma de palabras, es reconocer esa capacidad que tenemos los humanos para exteriorizar lo que hay de riqueza en cada uno, compartirlo para que no muera en nuestro interior, pero que nos permita continuar en diálogo, en un uso de palabras de ida y de vuelta. ¿Cuándo lo aprendí? Así, como lo defino, creo que todavía no lo domino, lo que sí puedo compartir es que nunca he dejado de hacer llegar mi mensaje sobre lo que siento, pienso y percibo. Creo que en el hacerlo está el logro y el valor. ¿Hasta cuándo? Hasta siempre.
Ilustración: Fotografía de Reneey Jenkins en Unsplash
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