Un elefante se columpiaba
sobre la tela de una araña.
Esa canción infantil nos llevaba a reconocer la fuerza que podía tener una telaraña. ¿De verdad podría sostener a un elefante y los que se agregaran?
Cuando veo alguna en cualquier lugar, observo una obra de arte de la naturaleza, una construcción en seda que se inicia por el centro y se va extendiendo ¡qué formas tan hermosas! ¡hexágonos! ¡octágonos! Qué más da, son hermosas, y además, son muy resistentes, pues la araña las crea para protegerse de invasores que la puedan destruir o que intenten interrumpir su labor.
Al contemplarla, muchas veces veo en el centro a su creadora y pienso, si ella quisiera, ¿se podría liberar de esa, su propia obra? O ¿Será que a veces construye su prisión? No, ella no es tan ilusa.
Si traslado esa imagen a mi propia vida, identifico que cada decisión que tomo me lleva a entretejer las circunstancias, a realizar una tela en la que combinan elementos y herramientas. Pero su realización ¿me atrapa y me obliga a cumplirla, a pesar de todo, con lo que de ella surge? o me ayuda a crear, a desarrollar y a reconocer lo valioso de mi decisión
Cuando me detengo a ver a la araña trabajando, utilizando sus recursos, su propia seda, su fuerza, que corresponden a su esencia, llego a preguntarme si yo, con esa misma certeza de responder a mi condición ¿creo mi obra, valido mi relación con los demás y logro que ésta reafirme la libertad con la que tengo que elegir y así mi red se convierte en mi apoyo? o me veo atrapada en ella.
Observarla, me permite imitarla, porque ver a un animalito tan pequeño realizando una gran construcción, me motiva, ella no pierde su propósito, no suelta lo construido, continúa sobre lo ya logrado, avanza, crea su estrategia y la reproduce si le funciona, la modifica si se equivoca y se escapa si lo requiere, pero no descansa hasta terminarla.
Hacer mi telaraña es obra de toda la vida, la realizo día a día abriendo brecha pues el camino no está trazado y sé que no quedará terminada mientras me mantenga en el mundo. Si alcanzo una meta, inmediatamente aparece otra que me exige moverme con seguridad y tomar decisiones.
El entretejido de mis circunstancias me tiene que impulsar para continuar y poder extenderla hasta el final.
Por ello me resulta tan importante conservar la libertad de acción y de decisión. Y, al igual que en la canción infantil, tengo que poder subir a mi red un elefante más, alcanzar una meta nueva cada día, hasta que, como para cualquier ser vivo, se acabe mi tiempo y mi obra quede terminada, de esa manera habré hecho mi aportación al conjunto y mi telaraña quedará para invitar al que venga después de mí a hacer la suya propia.
Ilustración: Fotografía de Thomas Bishop en Unsplash
Kommentare