Me acuerdo muy bien de este sabor algo amargo de los años 70 en los que yo era una mujer muy joven, muy libre y muy fresca.
Era agradable poder tener una pareja sin tener que casarse (había jurado que nunca lo haría. Ya todos lo hacían así.
Era agradable poder explorar la sexualidad sin tabúes y encontrar su placer así como el placer del otro.
Si, era muy bonita esta libertad. La sexualidad ya no era una cárcel o algo prohibido y sucio.
Sin embargo, a mis 17 años (a pesar de bellísimas experiencias) noté como hombres liberados querían, casi a la fuerza, acostarse con mujeres que no los deseaban.
Me tocó. En su momento, sólo rechazaba y decía un no muy firme. Pero luego, me sentía culpable, por la menos una parte de mi se sentía así.
Luego, entendí que era el mismo machismo, otra vez, a favor de los hombres-
Ellos tenían un mar de mujeres bonitas con quien tener relaciones sexuales. Sólo tenían que escoger.
La que de decía que si era bien vista y los hombres se la recomendaban entre ellos. Y las que decían que no porque no les nacía, estaban muy mal vistas.
Me acuerdo que los peores insultos de esa época eran:
- Eres frígida
- No sabes divertirte
- Eres una aguafiestas
- Eres una neurótica.
No estás bien de la cabeza y así, así, los comentarios sin fin que dejaban a una con dudas inútiles en la cabeza o en el corazón.
Ilustración: Fotografía de Nora Hutton en Unsplash
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