Disentir puede ser necedad,
pero también puede ser
valentía y diversidad.
Me encuentro entre los opuestos: entre lo que veo y lo que describen, entre lo que escucho que otros opinan y lo que opino. Soy yo la que me muevo entre los contrastes.
¿Qué sería si sólo me moviera en la felicidad, cómo la apreciaría si no conociera la infelicidad? ¿Cómo amaría el sol de la mañana si no tuviera que vivir la noche? Y nuevamente soy yo la que me muevo entre los opuestos y contrastes.
Y qué decir del significado del sonido si no hubiera conocido el silencio; y del calor y el frío, y de la lluvia y la sequía.
Pero sigo siendo yo la que voy y vengo y la que en momentos contempla y en otros ignora, ese es mi ser, nunca igual, nunca diferente, porque sintiendo los contrastes, me sigo reconociendo yo misma y me sigo moviendo hacia lo que cada momento me dicta.
He visto morir a quien ha estado cerca de mí y por ello decido vivir y mantenerlo con vida, deseando que, al morir, alguien lo haga conmigo.
Pero soy yo la me muevo entre los opuestos, entre los contrastes porque allí me hermano con todos los que me rodean y me muestran los opuestos y aún con los que no conozco y no sé en dónde están ni a dónde van, pero buscan, al igual que yo, mantener la vida entre esos mismos opuestos y contrastes.
Entonces vuelvo a decir: ¿Qué sería si no los hubiera? ¿Cómo me mostraría sin matices ni colores?
La luz de la luna es luz y la luz del sol es luz y nunca se encuentran, como yo que voy de uno a otro sentir.
Sí, así me muevo entre opuestos y contrastes, soy yo la que los determino, pero sabiendo que todos también los ven y también los determinan.
Ilustración: Fotografía del archivo de la misma autora
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