Las horas cayeron como lápidas sobre este silencio de fluidos.
Ataúd abierto.
Ceguera ante las zonas pútridas de un cadáver.
Monstruo de cuencas vacías;
muerto vacío, sin violencia;
no disiparía el sueño.
El espejo aprisiona las imágenes
acechantes en la trampa del azogue:
nuestro mundo que no acaba.
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