Quizá no ha ocurrido lo
lo que creíamos mejor, pero
lo que ocurrió fue lo mejor
Es diciembre, ese último mes del año que nos habla de fiestas y celebraciones, de recuerdos y añoranzas, mes de hacer revisión de experiencias y acontecimientos, de contar bendiciones y de definir pendientes, pero principalmente de agradecer por las bondades recibidas y por las dificultades superadas o por superar, porque ambas nos invitan a la vida que, con cada amanecer, se renueva y se percibe como oportunidad.
Se agolpan los sentimientos, se hace memoria de aquellos tiempos de infancia en los que solo había alegría, la ilusión de las fiestas en las que solo se disfrutaba y que ahora aparece como esa película que nuestro recuerdo ha guardado y que cada diciembre vuelve a correrla como consecuencia y necesidad de rememorar la felicidad que siempre ha despertado un árbol lleno de adornos, un pesebre que reproduce nuestra fe y nos habla de esperanza, de salvación, de buenos augurios y de deseos de amor.
Puedo recordar la celebración de las nueve posadas, estaba de vacaciones y no tenía ni tarea ni otros compromisos, solo el de disfrutar. Esperaba el día dieciséis para ir a comprar un árbol natural para ponerlo en casa de los abuelos, pues allí celebrábamos las fiestas, el nacimiento realizado con musgo y heno, ahora imposible de comprarlos por los cuidados a la naturaleza, la cena en la que mi abuela, mi mamá y mi tía cocinaban para todos y el poner el zapato bajo el árbol para que llegara el Niño Jesús a dejarnos los regalos, que eran la certeza de que había bajado especialmente para dárnoslos precisamente a nosotros.
En esa conciencia de ser, también está lo que se fue, los que se fueron, los que dejaron un hueco en el corazón y hay que llenar con lo que nos dieron mientras estuvieron.
Sí, es tiempo de balance y de buenos deseos, de recuerdos y de proyectos porque la vida se vuelve a manifestar, a darnos esa campanada que el corazón recibe para seguir adelante, planear y hacer lo que no hicimos hasta ahora, para decir lo que callamos y que es importante dar a conocer, amamos a los nuestros y no se los hemos dicho, lo que les agradecemos y lo que les ofrecemos, lo que nos dieron y guardamos en el alma.
Por ello quiero utilizar este medio, estas letras que, formando palabras, permanecen, evitando que así se las lleve el viento y decirle a Dios, gracias por lo que pude lograr, amor a todos y cada uno de los míos, hijos, nietos, hermanos, primos casi hermanos, amigos, compañeros de aventura y de trabajo, a mis alumnos, los de ahora y los de antes, a las personas que nos ayudan.
Un año más vivido, un año menos de vida, gracias por todo.
Ilustración: Fotografías de Xulong Liu y de Joshua Smith en Unsplash
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