Querer es poder.
Por ello ya no quiero desperdiciar el tiempo sin el propósito de completar mi construcción.
Ya no quiero dejar de mirar al cielo porque de allí proviene una luz que se me ofrece gratuitamente.
Ya no quiero olvidar el último sueño pues tiene un contenido vital.
Ya no quiero ocultarme de la Luna que transforma la oscuridad de la noche en poesía.
Ya no quiero dudar que tengo un lugar en el mundo que solo puede ser ocupado por mí ahora y siempre, Dios ya me lo asignó.
Ya no quiero hacer creer que voy a alcanzar la gloria lejana, la cercana ya habla de mí y por mí.
Ya no quiero mantenerme alejada de los que amo, estar cerca es la forma de demostrarles que son para mí, inspiración.
Ya no quiero dejar de volcar mi esfuerzo y mi tiempo en ellos porque se lo merecen nada más por ser ellos.
Ya no quiero perder la oportunidad de comunicar mi perspectiva de vida, tal vez resulte gratificante para alguien que se halle cerca o lejos.
Ya no quiero dejar de valorar el momento por pasajero y rutinario que sea, su recuerdo puede resultar eterno.
Ya no quiero reprocharme por lo que no he logrado, mi obra habla por sí misma y es real.
Ya no quiero mirar lo que ha quedado atrás de mí, al frente me sigue iluminando el sol cada día.
Ya no quiero sentir la presión de agradar a quien no le interesa ni se imagina quién soy.
Ya no quiero escuchar cada día una mentira basada en intereses particulares, siempre será un engaño.
Ya no quiero vislumbrar un futuro incierto o fatídico, quiero esperarlo y descubrirlo, tal vez resulte mejor de lo imaginado.
Ya no quiero perder la alegría por algún error cometido, nadie está libre de ello.
Ya no quiero preocuparme demasiado por lo que nunca sucede, quiero agradecer por la experiencia adquirida.
Sí, ya no quiero luchar por lo imposible, quiero seguir contribuyendo a hacer lo posible, por difícil que parezca, y decirle al mundo: aquí estoy con lo que quiero...
Ilustración: Fotografía de Kovalev en Unsplash
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